Al caminar por los senderos de la vida, toda persona requiere ante todo asimilar: su autovaloración por ser participante activo de este recorrido, que se lo hace paulatinamente en el tiempo disponible, desde el nacimiento y mientras perdura en el transcurso de cada existencia.
Vivir y aprender es un innato proceso vital que implica: acción, movimiento, responsabilidad, afectos, aspiraciones, constancia y respeto. Siempre cuidando de sí mismo en cada paso que se da en la supervivencia, en la superación, en salud física, mental y emocional. En definitiva, aportando personalmente, con esfuerzo y responsabilidad al don de vida recibido.
El tiempo indefinido de aprendizaje de cada persona, es de participación y dedicación individual: aprender constantemente sus enseñanzas cotidianas y con ellas, ampliar paulatinamente los horizontes de superación y conocimientos diarios para crecer en experiencias, mientras se madura.
Gracias a la asimilación gradual de aprendizajes y enseñanzas, que generosa y permanentemente nos ofrece la vida, se inicia el dominio de lecciones reales y concretas con el paso del tiempo; que requieren: entrega y dedicación responsable cotidianamente aplicando o usando oportunamente, sumado a saberes conocidos o adquiridos y utilizados en el trayecto vivido.
Vivir es regalo y compromiso que merece: gratitud, dedicación, cuidado y respeto de los instantes de cada día, con manejo consciente de ellos en todo momento. Sembrando confianza y generosidad, para disfrutar de la mejor manera, el don que significa para cada ser humano el estar presentes existiendo.
El valor único con fecha de caducidad en cada vida, está determinado y es necesario reconocer la obligación de vivirla responsablemente, en cada sendero personal. Ser dueños del vivir (acción), del aprender (esfuerzo), del disfrutar (sentimientos), procurando ensanchar, optimizar y utilizar de la mejor manera, el pequeño paréntesis de existencia que se nos ha otorgado dentro de nuestra Casa Grande, la Tierra.
Gitana del Viento
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