La apariencia de arbustos y grandes árboles, brindan a todos una imagen de fortaleza, resistencia y dureza, tienen una figura artística y armoniosa tanto en sus ramas como en el fuerte tronco que los mantiene erguidos, sin embargo, son seres vegetales con vida que se desenvuelve con las características únicas de la Vida, hay orden y desarrollo palpitante en todos ellos.
El árbol que describiré es muy particular y desde luego tiene también arbustos, es de origen australiano se llama Acacia, crece muy bien en diferentes tierras y en suelos pobres, ya que es muy resistente a plagas y enfermedades, puede alcanzar una altura de 3 a 12 metros, conocido como mimosa común. Tiene hojas de color ceniza (gris verdoso o azulado).
El tronco es muy duro de color rojizo-púrpura, por la presencia de antocianinas en su clorofila. La clorofila como la conocemos normalmente en las plantas comunes tiene Carbón (C) e Hidrógeno (H) con un átomo de magnesio (Mg) en el centro, que dan el color verde en plantas, algas y algunas bacterias.
El color verde esperanzador que se observa es porque las hojas de las plantas absorben de la luz visible que recibimos en la tierra, reflejando longitudes de onda tanto azules como rojas, estas últimas no aparecen y son invisibles ya que son retiradas por las cianobacterias. En el caso particular del árbol de la Acacia es visible el color rojo de su tronco, por tener antocianinas en su sistema circulatorio.
El tronco es muy cotizado por su coloración para hacer muebles de excelente apariencia, por ello hay lugares en los que se explota cortándolos en determinado tiempo, de manera que no mueran, sino que sigan creciendo.
Personalmente me agradan por todo lo que significan los árboles: siempre tratando de subir hacia el cielo en búsqueda de sueños y aspiraciones, usualmente me acerco a mirar los surcos que demuestran su recorrido en el tiempo y las cicatrices visibles que tienen en los sitios cortados, admiro la bella manera en que las curan y continúan su vida ascendente y artística. Impresiona además la pérdida en el tiempo de la corteza fuerte y rugosa alrededor del tronco que protege.
Al parecer la corteza que cuidó y protegió el crecer del tronco, va envejeciendo o muere, ya que se desprende pausadamente con avance del tiempo, pero lo artístico está en la silenciosa despedida del tronco, dibujando sobre la palidez del renovado tronco medianos y pequeños paisajes y recorridos, que adornan su interior visible, con matices propios de cada árbol con un mensaje de despedida y ejemplo de apego a la vida. Las más hermosas decoraciones están presentes en lo altísimos eucaliptos, que diseñan líneas horizontales, verticales y también helicoidales.
En uno de estos contactos con la Naturaleza, desde una distancia no tan lejana pude ver un “charco” rojo encendido al pie de un árbol. La primera impresión fue: Hay sangre junto al árbol, me acerqué lo suficiente para comprobar que no era sangre, sino trozos pequeños de madera roja que cual lágrimas de dolor y resentimiento, rodaron hacia el suelo posiblemente con pesar e impotencia; pues cayeron a la tierra ante el destrozo de un hacha que lo lastimó, cuando fue cortado y despedazado en sus abiertas ramas. Era un hermoso e imponente árbol de Acacia.
Considero que las plantas en general y los árboles en particular, son seres vivos que, sin moverse, ni gritar, tienen la sensibilidad vital que no se considera, valora y respeta, porque no se escuchan ni sus alegrías al saludar al día, al viento, a la lluvia; ni sus quejidos de dolor y tristeza al ser desmembrados. Para mí fue una encendida demostración del llanto del árbol con visibles lágrimas de sangre arbórea, que vertió aquella Acacia en la inmensidad de las faldas de un elevado paisaje ecuatoriano.
Gitana del Viento
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