Al contemplar el inmenso cielo azul, nuestra mirada capta una mínima fracción del infinito en el interminable lienzo que da fondo a los altos nevados, colorido brillo a los atardeceres y silenciosa oscuridad a la noche. No tiene medida y es un amplio espacio que alberga y mantiene el adorno de las inquietas nubes, las luminosas e incontables titilantes estrellas, así como a la luna como una pequeña moneda en la oscura bóveda.
Desde la primera claridad que capta la persona, se está inmerso en un sentido de infinitud en tiempo, espacio y lugar como propietario de lo que nos rodea. Con el paso del tiempo, se conoce las medidas de lo que está al alcance físicamente y se cree dueño de todo, hasta que el vivir inaugura en cada uno el doloroso límite de la existencia.
Con generosidad y afecto en su orden sabio y perfecto, la Naturaleza presentó generosamente a los humanos un “pedazo de infinito” utilizando los múltiples espacios de la tierra: túneles, declives grandes y pequeños, llanuras y montañas, con algo que además de refrescante, decorativo y extenso, transmite paz ensoñación, dinámica y grandeza: la inmensidad del mar. Inaugurando sobre l tierra además ríos, lagunas, lagos; acercando así la útil e inquieta agua, para todos los seres vivos.
Apoyando la supervivencia en el planeta: clasificó al agua en dulce y salada, con la primera hay vida terrestre y con la segunda vida acuática. Demostrando su lógica la Naturaleza develó con el mar la más bella, real y visible exposición del inmenso infinito, que se contempla admirados en la inmensidad azul del mar y los océanos que además de bellos, son dinámicos en permanente movimiento que nos recuerda la constancia de lo que se hace con esfuerzo, acompañado de la bulliciosa alegría de las olas, que se acercan y alejan sin perderse su amoroso beso a la playa.
El gigantesco misterio del mar que libera lo mesurable y siembra en cada corazón la sensación de grandeza, libertad y lo difícil que se cree lo inalcanzable. Abre la mente y pensamientos que sueñan con horizontes luminosos, aspiraciones amplias e ideales que se transforman en esa fracción del infinito en proyectos mejores, factibles y prometedores.
El cadencioso lenguaje de las mareas es un diálogo permanente de cumplimiento, valentía y acción. Su color azul turquesa retira todos los sonidos ajenos a su vaivén, permitiendo en el silencio interior más puro, el encuentro con sí mismo en diálogo secreto con su conciencia y vida. Es la mejor aventura que se cumple en sus arenosas orillas, en éxtasis indescriptible de la cercanía y proximidad con un pedazo del Infinito.
Gitana del Viento
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