El correr del tiempo es una realidad firme y activa en nuestro planeta y en cada vida: día a día siempre con su ritmo cronométrico que no se detiene y entrega lecciones de existencia, experiencias y aprendizajes. Es valioso, agradable y estimulante utilizar cada etapa de maduración personal, labrando con esfuerzo propio y responsabilidad el desarrollo de cada vida, buscando una meta feliz, satisfactoria y exitosa. Sin descuidar la certeza de que el tiempo va cargando años a cada uno cotidianamente. Siempre se avanza esperando un resultado, que usualmente culmina en un ciclo fijo.
Desde el nacimiento se trajina una ruta característica para cada vivencia, normalmente con etapas de estudio, dedicación y superación. Se alcanza enseñanzas útiles, logros concretos con esfuerzo y trabajo en todo momento. En la juventud, no se valora las huellas que deja el pasar del tiempo y eventualmente se desestima su presencia; difiere en verdad con la apreciación adulta. Sin embargo es perceptible la sensación del cambio de etapas en cada existencia, porque cada ciclo de vida deja lecciones inolvidables y útiles para el avance paulatino. Sin darse cuenta, se va cambiando y está bien marcados en el tiempo.
Es obligatorio aquilatar cada desempeño al cierre paulatino de cada ciclo de vida, descubriendo sinceramente en este análisis: lo hecho o por hacer con propósito maduro y serio. Se acerca rápidamente el momento de asumir responsabilidades, acciones y labores personales que ponen a prueba la seriedad de lo caminado individualmente en la ruta de aspiraciones.
La pregunta interior al término de cada ciclo debe considerar: si en él se guió cada obligación de acuerdo a la capacidad y habilidad que se posee con el cumplimiento y constancia necesarios; con sentimientos verdaderos de honestidad y oportunidad como seres humanos: hijo, amigo, hermano, compañero, colaborador….
Saber y demostrar que el tiempo no pasó en vano, se impone valorar. Sí hay frutos de esta vida para cosechar con orgullo.
Gitana del Viento
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