La oscuridad de la noche, como titilante estrella, trae a la memoria bellos recuerdos pasados: paseos en bosques y su paisaje, el olor de hierbas y flores; el color y aroma de la tierra humedecida por la lluvia; el agitar del cabello con el viento inquieto o mojado por menudas gotas de agua bajando del cielo, sin preocupaciones. Mirando detalles disfrutados en contacto con la tierra, que nos dan ánimo ahora retrocediendo en el tiempo.
El silencio, que se esconde en el interior de la tierra fértil, se hará presente en cada vida en momentos solemnes en que: se conquistó un ideal, se recibió un premio, en un cálido abrazo o el nacimiento de un bebé, el matrimonio de un hijo, la visita de los nietos, un ramo de flores. Instantes mágicos y temporales del espíritu en el que percibe, escucha y admira la belleza y armonía de la naturaleza.
La soledad, hermana directa de la callada tierra que pisamos, enaltecerá y estimulará el recorrido personal de la vida: infante, adolescente, adulto, quizá adulto mayor. Es la escalera del aprendizaje, experiencias o ensoñaciones con destino infinito.
El descubrimiento y observación de la de la naturaleza limpia y bella, el vaivén con el viento de los árboles, el color de las flores, el trino de los pájaros, el colorido vuelo de las mariposas; la amistad, el afecto, la alegría, el amor o la tristeza, el abandono, la soledad, el aislamiento. Mágicamente representados con arte y color en cualquier trocito de la naturaleza en la interrelación hombre-tierra.
El fallar es testimonio real del vivir; ámbito concreto de transiciones reales y auténticas con gamas de alegría, éxitos, tristeza, muerte y sufrimientos. Lección sabia de la existencia, el toque mágico de la vida exterior. También es acercamiento verdadero a cada interior humano, con el deseo profundo de introspección personal de la ruta trazada por cada uno en el medio ambiente y en sí mismo. Ofreciendo esfuerzo, responsabilidad, entrega sin limitaciones indica que se está viviendo. Oportunidad mágica de asimilar que la vida no termina en el deterioro material y su retorno a la tierra. Se acoge a un mundo interior inmenso e inmaterial y no se destruye, sino que se perenniza.
Frente al dolor y sufrimientos cotidianos, hay que recorrer el entorno natural que da amoroso consuelo con hermosos matices, aromas y sonidos, unidos al archivo de vida y guardados en el corazón. En momentos de silencio, depresión, soledad o dolor, se sentirá como el perfume de las flores y los caminos del vuelo de las mariposas guían, o el vaivén de los árboles con el soplo del viento, hay un mensaje atemporal e indestructible, que queda en la memoria: del paseo humano por los caminos de la existencia.
Gitana del Viento
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