Interrogante que palpita en cada persona al concienciar el correr de los días, meses, años. En el camino por las rutas del existir se percibe que el tiempo impone su ley: pasar, transcurrir sin descanso, indiferente en cada vida dejando huellas definitivas y transitorias, lecciones que se aprenden aplican o se olvidan.
El tiempo es intangible pero real; cada persona tiene la oportunidad de cultivar y hacerla florecer, cosechar frutos. Invariablemente hay recompensa y/o resultados según la actitud personal que asumió y aplicó en el paréntesis de su vida.
El tiempo es drástico e inamovible y transcurre sin reposo en límites que sólo él conoce y se devela únicamente en la recta final de cada vida. Con métodos de enseñanza: oportunos o postergados, evidentes o por descubrirse, dulces o amargos, alegres, tristes o esperanzadores, tranquilos o dolorosos siempre buenos con lecciones existenciales, de aprendizaje y madurez indispensable en el trajinar del vivir.
Sabiamente se nos prepara para la jubilación definitiva e individual de la Existencia con ensayos de alejamientos y despedidas. Apacibles, pausados, violentos o inesperados momentos. Sembrando experiencias: alegres, serias o tristes, placenteras o felices, responsables o descuidadas, tiernas o dolorosas.
El transcurrir del tiempo es impalpable e implacable con huellas visibles física, espiritual y emocionalmente. La persona madura y envejece, triunfa y fracasa, es feliz o cree no serlo. Es saludable o enfermizo. Carga sobre sus hombros muchísimas horas, días…años de las que somos dueños temporales y que se gastan en cada segundo que transcurre.
El análisis de cada periodo vivido guía en el autoanálisis experimentado individualmente, enfocándonos seriamente en lo que se ofreció personalmente al paréntesis de vida que pertenecimos.
En el desconocido mañana que no despertaremos queda la luz de una esperanza luminosa: la existencia no tiene punto final, apenas son puntos suspensivos para algo diferente que se desconoce.
Gitana del Viento
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