La trayectoria humana, enseña que somos seres sociales y se ha vivido de esa manera, muchísimos años. Amparados en el calor hogareño, el grupo familiar juntos en reuniones. Saludar y festejar alegremente: cumpleaños, logros o aniversarios, era esperado, normal y usual. El no acudir al “último adiós de un ser querido” imperdonable.
Actividades de grupo variadas con diferentes matices, compartiendo: risas, bromas, cantos o sufrimiento, llanto y pesares. La alegría se amplificaba con todas las personas presentes y el dolor se atenuaba y comprendía juntos. Fue una forma de vida: bonita, emotiva, compartida, inolvidable. Concibiendo así la felicidad, que anida en cada persona y se comparte con los demás.
Con el transcurrir del tiempo y las variaciones de vida: los sentimientos que llenaban cada vida, perdieron y olvidaron la esencia del afecto sincero y auténtico, con los años pasaron a ser una regla social a cumplir. Se impuso el aparentar sin el sentir en el interior, emociones reales entre familiares y conocidos.
Los sentimientos que nutren el alma con: sueños, esperanzas, comprensión, realizaciones; se desvanecieron en mente y corazón de todos, la tecnología ofrece casi todo instantáneamente. La cálida acogida de grupo dejó de ser indispensable para tener esparcimiento, cediendo al aislamiento de cada vida a pesar de ser integrantes de un grupo.
La perfección de la naturaleza, frente a estas variaciones hizo rememorar al humano su valor emocional y apresuró con adelanto la experiencia de la individualidad total, con una lección dura, severa, mortal. Sin opción a protestas o manifestaciones o quejas por el camino duro. Se conoció y descubrió la soledad e indefensión individual con la pandemia. Dando inicio así la obligación personal de auto descubrir: fortalezas y debilidades, cubrir necesidades y obligaciones, identificar la familia, rehacer al ser humano real y humanitario y consigo mismo.
Se impone la obligación de hacer proyectos de vida real y sincera, ser guía ejemplo de los menores, valorar a compañeros de vida cercanos, respetar la valía de toda persona, porque dentro en el interior de la soledad, se evidencia y se redescubre los valores humanos auténticos olvidados y descuidados desde hace algún tiempo.
Es una nueva oportunidad impostergable de retomar y comprender los principios eternos de la naturaleza y la vida, para conocernos y valorarnos honestamente y en verdad a nosotros mismos conel grupo, para proyectar una vida personal, familiar y de comunidad bien encaminada hacia un futuro responsable y significativo. Procurando cumplir con las eternas y sabias normas de la Naturaleza.
Gitana del Viento
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