Todas las personas seguimos un proceso de desarrollo y cambios que transforman al bebé dependiente en niño autónomo, a los niños en jóvenes que se superan, al joven en adulto responsable y al adulto en anciano sabio. Estos cambios requieren de un tiempo definido por etapas, que no tiene medidas establecidas definitivas en la duración del vivir.
En esta trayectoria corta o larga de cada existencia, en el interior de cada persona hay una acumulación de vivencias, aprendizajes asociados a la maduración física, mental y emocional. Se atesora en el corazón y la memoria: los afectos recibidos, el cariño disfrutado y entregado, los sucesos trascendentes: los impactos buenos y malos. En la mente y el recuerdo hay un archivo de conocimientos adquiridos y enseñanzas significativas.
En verdad al crecer, se forma y cultiva el ser humano integral que proviene de “clases observadas”, atendidas o enseñadas que fueron impartidas por la familia, docentes, amigos, grupos y comunidades con los que se tuvo contacto, al ir relacionándose socialmente en el transcurso de la edad.
Por qué será que a pesar de que la balanza de cada vida cuenta con experiencias de diferentes matices, al crecer se memoriza con afán las que más daño hicieron y se relega a un plano secundario aquellas que aportaron con positividad y estímulo. Creando siempre un archivo de mayor peso en falencias, errores y equivocaciones u olvidos: una baja autoestima.
Por qué será que en las propuestas de trabajo o tareas asalta la inseguridad, temor, la indefensión y el sentimiento de dificultades y fracasos. Se supone que hay el autoconocimiento de habilidades y falencias de cada uno, que parecen estar centrados en el lado oscuro y débil de las personas.
Es indiscutible la necesidad de interiorizar y tomar conciencia de la realidad positiva y fuerte de cada uno, forjando así humanos valientes, decididos, conscientes de sus fortalezas, con capacidad y decisión para emprender con éxito las actividades que se presenten, valorando sinceramente el potencial cultivado y preparado para el triunfo. Esta actitud de preparación y optimismo para emprender con éxito cualquier propuesta o desafío. Se generará entonces un individuo positivo en sí mismo y para la comunidad, valioso colaborador de la sociedad, la rueda del progreso y la felicidad.
Por qué será que no se hace el esfuerzo por aquilatar lo bueno; solucionar y corregir equívocos, errores, enmendar defectos, que solo dan insatisfacción y desidia. Hay que esforzarse creando confianza y sueños, éxitos alcanzables. Es el momento de modificar estas actitudes asimilando la verdad de sí mismos, descubriendo y disfrutando la fuente inagotable de virtudes, bondades y aptitudes que está en lo más recóndito de mente y corazón de todo ser humano.
Por qué será que ante los tropiezos que se evalúan y se presentan, no se da EL AGRADECIMIENTO porque se visualizan y analizan los sucesos, debido a que aún palpita un corazón dentro de una persona con vida. Entonces el color de cada existencia será de luminoso optimismo, fe y alegría. Satisfacción profunda de Haber Vivido.
Gitana Del Viento
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