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Gitana del Viento

NATURALEZA ES VIDA


El orden de la Naturaleza es perfecto en armonía y desenvolvimiento. En su sentido vivencial hay organización lógica e infalible tanto en flora como en fauna. En ellos hay vida para todos, con presentación y actividades características propias.

Hay seres vivos incomprendidos y no valorados por el humano en el reino vegetal como en el animal. Tengo atención especial en las plantas porque a pesar de su vida sin traslación ni sonido, se interrelacionan sin ser comprendidas o cuidadas. El contacto real con ellas provoca admiración. Un ejemplo bello de su manifestación en la sensibilidad (cualidad de sentir y reaccionar) que existe en las plantas.

En el Oriente Ecuatoriano, campo abierto en bosques primarios hay plantas sensitivas que tienen movimientos visibles/leves también rápidos, con reacción a la luz o al rozamiento se mueven o pliegan sus hojas al tocarlas. En la noche tienen sus hojas cerradas y con la luz del día abren su belleza. El movimiento se llama nictinastias, por cambios en las células de la base del pecíolo por extensiones pulvínulo que unen tallo y hoja, en plantas como: mimosa púdica, vergonzosa, el fototropismo de los girasoles.

En pueblos indígenas las plantas sensitivas se considera que encarnan espíritus y tienen vida espiritual propia. La planta usada por tradición medicinal y curativa de otros males es la Ruda(ruda graveolens), cuyo aceite esencial puede aliviar dolores de artrosis, se cree que posee atributos mágicos. La Ruda es arbusto no muy alto de tallo leñoso redondo, ramas con múltiples hojas de color verde azulado, grisáceo o blanquecino. Desprende un olor acre y amargo si se las frota o corta. Usada tradicionalmente por quienes conocen su manejo como planta curativa, es fuertemente tóxica según usos y dosis. Tiene pequeñas flores amarillas de 4 y 5 pétalos su fruto lobulado tiene las semillas, es planta introducida por ser nativa del sur de Europa. Crece sobre todo en sitios secos con sombra.

De la Ruda guardo un recuerdo inolvidable. Previamente: cuando se tenía esta planta en casa de nuestros ancestros, no se dejaba que la toquen o corte nadie que no fuera su dueña/o porque se resentía y marchitaba. Mi esposo trajo con mucho cuidado y con su propia tierra la ruda a Quito, la sembró a la derecha de la puerta de entrada a la casa le dedicó cuidado y atención, creció muy bien y floreció bellamente. Pasaron años y la ruda siguió demostrando vida en el color de sus hojas grisáceas y gratitud en sus floraciones amarillas, si la tocaban desprendía su olor característico como protesta, sentía que su dueño era Mario estaba tranquila y bella. No creció en tamaño ni en ramificación sino en belleza dentro del espacio que ocupaba.

Casi súbitamente, falleció mi esposo y su separación afectó muchísimo a la familia y conocidos, fue una dura experiencia para todos. El tiempo ni la vida se detienen en su recorrido, continuamos con las actividades de cada uno. Al medio día cuando regresé a casa encontré a la ruda totalmente marchita y descolorida, las ramas caídas sobre su tronco como los brazos del desaliento humano, aspecto lamentable de marchitez soledad y pena. Había pasado un día de la partida. Acercándome a ella reconocí nuestro duelo: había quedado sin su padre yo sin mi compañero de ruta. Al aproximarme a ella susurré mentalmente mi aislamiento y vacío interior. Ofrecí con cariño y convicción de permanecer juntas, yo para cuidar, protegerle mientras estemos unidas, ella para acompañarme y alegrar la entrada a casa.

Cumplidamente la regaba y riego aún con paciencia y medida. Tiempo después, volvió pausada y artísticamente a cubrirse de tiernas hojas verde azuladas en solidaridad con la continuidad del vivir y luego con varios ramilletes amarillos de sus flores, expresando comprensión, gratitud y reconocimiento.


Gitana del Viento

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