En mi lejano país de la Mitad del Mundo, nosotros conocemos la nieve perpetua de la cumbre de las montañas, nunca la he visto cercana, no se disfruta tocándola o sintiéndole sobre uno mismo, no he percibido su fría y delicada caricia. En la mitad del mundo, se contempla la nieve lejana como un sueño de la inmensidad límpida y blanca.
En nuestra primera nevada en Holanda, me pareció que en el mundo que no ven las personas, estaba un gigantesco cisne blanco agitando sus livianas plumas, repartiendo pausadamente sobre la ciudad de modo que bajen flotando en el aire, para luego caer y perderse para siempre en el asfalto.
Una mañana de invierno, me encontré cara a cara con la pureza, todo mi entorno era blanquísimo, sí era el vestido soñado del mundo de la fantasía. Parecía el disfraz apropiado para imaginar la perfección toda blanca y tranquila; será así la muerte: NO, esto no es muerte es un sueño, sueño invernal de esperanza. Con las flores dormidas en el frío, sólo dormidas.
A veces a solas contemplo el caer de la nieve y pienso….recuerdo ese vestido blanco usado en las bodas humanas. Sí, cuando nieva en la tierra; esta se viste de blanco para casarse, se pone tan bella y preparada esperando a su amor. El tiempo corre y a pesar del frío, está ahí por largo tiempo y el novio no llega. No pierde la esperanza y pasa varias noches aguardándolo un tiempo más, su corazón se enfría paulatinamente y sus delicados labios exhalan un suspiro muy frío, que yo sentí también en mí ser. Además percibí el correr de las menudas lágrimas de sus invisibles ojos.
Lentamente se fue despojando del hermoso vestido blanco y de su purísima ilusión; sin ningún sonido, sin movimiento del viento y en completo silencio, sólo sus tímidas lágrimas heladas hubo en su despedida. Alejándose sin rumbo se perdió en el amanecer. Tal vez durmió, quizá murió; pero desapareció.
Sí, comprendo que el blanco vestido del invierno, no volverá a mi vida nunca. Contemplo desde la ventana y pienso….el tiempo no se detiene y sigue a su ritmo siempre. El invierno con nieve llegará a mi cabeza paulatinamente y sé también que llegará mi viaje sin retorno. Entonces me repito a mí misma: realízate ahora que tienes vida, trata de ser limpia y pura como la nieve en tus acciones; no te sientas vencida. Sólo así nunca tendrás inviernos fríos, no hay que esperar sino obrar, evitando el llanto que gravará arrugas en tu rostro (signo característico del transcurso del tiempo).
Digo Adiós a la nieve que a pesar de ser fría, me hizo disfrutar de sus caricias; desearía poseer su frío encanto, que hace dormir a las flores y no morir. Pausadamente repito: Adiós por siempre blanca dama de la nieve, recordaré el mensaje de su pureza, entraré en sus sueños con los míos.
De regreso a mi tierra imaginaré su vestido blanco, ese inmenso ropaje que hizo que piense, escriba y me busque en sí misma.
Gitana del viento
Eindhoven 1969. Holanda.
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