Hemos sido testigos de espectáculos hermosos y estimulantes de varias Olimpiadas Deportivas, contemplamos interesados y absortos: la capacidad humana tanto en la preparación, como en la competencia misma; pero a su vez, hemos sentido aquello aparentemente lejano e inalcanzable; se ha admirado a todo participante y a cada ganador/a.
Sin embargo, competimos diariamente, estamos inmersos desde que empezó nuestro existir en la Gran Olimpiada de la que somos participantes reales e individuales, responsables de la meta que se busca y de la presea que se logre. Es la Olimpiada del Vivir, para la que debemos aprender y entrenarnos permanentemente cada día ofreciendo lo mejor de cada uno.
Clasificamos para esta Olimpiada con la inscripción que se adquiere en el primer contacto de nuestros ojos con la luz del día al nacer; con un capital no mensurable de sentimientos, emociones e inteligencia, una mente ávida de conocimientos y experiencias y un organismo dotado de todo lo necesario para esta competencia.
Bastará atención, entrega, entrenamiento y guía apropiados, para ser triunfadores. Se ejercita cada aptitud en el transcurso del tiempo que se acumula, mediante cualidades como: constancia, esfuerzo, responsabilidad, aprendizaje y búsqueda de metas. La guía está presente orientando, siempre cercana en el entorno con nuestros mayores, padres/madres, profesores/as o amigos/as verdaderos, busquemos y solicitemos su apoyo para este desafío, porque descubriremos valiosos consejos, lecciones y con máxima atención valoremos los mensajes de sabiduría que poseen.
Jóvenes, niños, adultos y todo ser humano: enfrentaremos el desafío Olímpico de la existencia grabado en el nacimiento, sintiendo el palpitar del corazón, la aspiración en el cerebro y con el empuje cotidiano de una pista amplia con metas factibles y promisorias. Siempre hay la presea de campeones y la fortaleza para luchar por ella, para alcanzarla. Con disciplina hay que sujetarse a procesos y pasos progresivos, adaptarse a las exigencias del desafío que requiere aprendizaje, adaptación, voluntad y anhelo de superación de alcanzar la bella Copa de un merecido triunfo y su premio.
El éxito está en iniciar prontamente con lecciones tempranas bien entendidas y aplicadas en cada desarrollo y progreso personal. No suspender el proceso de superación constante, hacer prácticas permanentes con aplicaciones útiles para estructurar la vivencia ideal, que garantiza la participación óptima en la Olimpiada.
Los lugares o puestos en que se conquisten serán fruto de cada dedicación y constancia, es valioso triunfar en esta Olimpiada, es mérito mayor iniciar el entrenamiento cuanto antes identificando, cultivando y aplicando de la mejor manera todas las potencialidades con que nos dotó la vida.
Para ser triunfador/a de una competencia como ser humano (nuestra Olimpiada) se debe descubrir lo mejor de cada uno, esto se logra con esfuerzo personal constante fortalecido por la medalla de oro más valiosa e incomparable: ser ejecutor personal y consciente de una trayectoria de vida significativa, grata y feliz por haber brindado lo mejor de Ti.
Gitana del Viento
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