Dedicar tiempo para compenetrarse con la Naturaleza, es hacer un admirable recorrido de comprensión y aprendizaje de la perfección de todos y cada uno de sus componentes y eventos que ocurren. Permanentemente estoy atenta a lo que me rodea y de ello nacen experiencias y aprendizajes muy bellos, las considero lecciones de vida.
Todas las personas tenemos tendencia a “humanizar” las observaciones tanto de animales como de plantas, con criterio de similitud con nuestro obrar y sentir. Una experiencia excepcional en la que se demuestra lo expresado lo viví yo misma. Al interpretar románticamente el acercamiento de “dos” colibríes, amorosamente unidos y compartiendo esfuerzos en la construcción de “su nido” de amor.
En un alto, frondoso y añoso árbol ocurrió un hermoso idilio entre dos aves muy pequeñas y coloridas, eran dos colibríes, aves de patitas débiles y cortas, con colas de diferentes formas adornadas de colores verde azulados iridiscentes. Pico negro y delgado, sus cuerpos pequeños adornados de plumajes verdes, azul o gris claro, hay los que tiene partes rojizas. Los machos tienen manchas violeta-azulado hacia atrás y abajo del ojo plumas que se levantan con la excitación. Las hembras similares a la luminosidad de los machos son más pequeñas, tienen coloración cerca del oído y garganta. Realmente nunca distinguí visualmente lo anotado para cada uno. Eran aves agitadas en hacer su casita, era guía de unión y afecto según mis emociones personales.
En no sé en cuantos días se veían vuelos veloces hacia un recodo del gran árbol siempre llevando en el pico ramas delgaditas. Sus nidos tienen forma de copa recubiertos con ramas, plumas que se amoldan por aplastamiento y lengüeteo en su estructura. Ponen dos huevos usualmente blancos. Su alimento es el néctar de las flores.
Estas avecillas al incubar son territoriales contra otras aves también de su propia especie, muchos mueren en el primer año de vida de incubación y abandonan el nido. Se los encuentra en climas templados y tropicales, también en desiertos, costas y montañas. Buscan para sus crías calidez, pero sobreviven también en temperaturas de páramos, hacen viajes migratorios, ágil y velozmente con 200 a 300 aleteos/s son polinizadoras valiosas de flores, identifican el dulzor con su pico tubular.
Admiré estas aves en lo más alto del árbol cuando ubiqué su obra mientras revoloteaban construyendo su nido en uno de los ángulos de las ramas del árbol, entraban y salían del sitio, seleccionado o acomodando el interior, hacían ruidos audibles durante su trabajo.
Creí que era la pareja trabajando, supe después que era sólo la colorida y veloz hembra tejiendo su ilusión “hogareña” yo creé un idilio ideal de lo observado, hasta descubrir lo anotado. Pasó el tiempo y en el nido con el tiempo descubrí dos huevitos reposando en un rincón del nido, más de una vez estaba presente y recostada la avecita hembra.
Una mañana hubo más alboroto y exigencias provocada por los pichoncitos. Con frecuentes viajes de ida y vuelta su madre atendía a los pequeños. Son aves rápidas e incansables, su corazón late hasta 1260 veces por minuto.
Disfruté segura que eran los dos padres atendiendo el nido con demostración de familia estable, no, era solo la hembra trabajando en él. Los machos no son monógamos, luego de aparearse se separan de la hembra.
Una mañana escuché un alboroto agudo yo diría “gritos” constantes en el gran árbol, entre las ramas estaba solitaria la colibrí dando las vueltas en el nido: estaba vacío, habían desaparecido sus tesoros. Ella estaba a solas y desesperada sin respuestas a lo ocurrido. Permaneció un tiempo “llorando” y levantó el vuelo hacia el distante azul del cielo. Entiendo que los mirlos especialmente son los autores de este proceso adicional de la existencia.
Los colibríes simbolizan alegría sentimental y estética, curación y promesas para el entorno, son siempre mensajeros positivos de alegría, confianza. Hay la creencia de que ellos son portadores de la presencia de los seres queridos que partieron.
Gitana del Viento
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