Al terminar un día de ocupaciones variadas, haber disfrutado del sol y su calor, o de la lluvia y su mensaje renovador de vida; lenta y pausadamente todo va oscureciendo, ya no hay ni luz diurna ni calor solar, pero puede haber frío y lluvia; desde luego, soledad.
Ha llegado la noche y en su presentación diaria trae incógnitas que develar, dudas que aclarar; temores que se activan, en el silencio que acompaña el descanso nocturno. La sensación de soledad se acrecienta; y el auto análisis es muy exigente, dando vueltas en cada pensamiento nos percatamos que no es posible dormir; a pesar de que se ha batallado durante una jornada del día en cada ocupación.
En la noche por tenues que sean los sonidos, nos distraen. Aunque brille la luna, la oscuridad penetra en cada persona, como un recordatorio del significado de una vida vacía, merecemos descanso, pero no lo alcanzamos. Tal vez sea bueno, aplicar alguna medicación e inducir un sueño que no es real no, no es necesario aquello.
Hay un amigo presente siempre, al alcance de tus deseos y de tu mano, el libro; compañero que no debe faltar en ningún hogar, ya que, solidario con el silencio te descubre sin perturbar la noche, es compañía distracción y consuelo. Es más, mientras fijas tus ojos en sus mensajes escritos: además de distraer tus preocupaciones, transformar tus pensamientos y dudas, te ofrece un mundo distinto alejado de la oscura noche. Y generosamente trae el cansancio a los párpados e invita al sueño.
Entonces sí, hay descanso enriquecido con lo que acaba de descubrirte la lectura, tu mente y corazón han aquilatado experiencias diferentes, y la noche deja de ser silenciosa y oscura convirtiéndose en la suave cuna del descanso.
Con la llegada del día, su claridad ilumina e impulsa a retomar la rutina para ir al trabajo y/o estudio, pero para quien leyó durante la noche, se abre un horizonte diferente tan luminoso como la claridad que empieza con la presencia del sol.
Gitana del Viento
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