Desde que se ingresa a la vida, un invisible marcador sin sonido ni presencia palpable, inicia silenciosamente su cadencioso recorrido; completamente libre y constantemente unido a cada uno. No tiene ni color ni sensación alguna, solo sigue pasando durante cada existencia. Es el Tiempo.
El ser humano diseñó una forma de medida a través de los relojes, marcando así concretamente su incansable recorrido; y más de una vez durante el crecimiento personal carece de sentido, hasta cuando con la madurez va adquiriendo valía y preocupación con su permanente “caminar”. Es muy importante apreciar para cada uno el paso de un segundo, como de una hora o un día y en la madurez personal, el transcurso de los años portadores del envejecimiento y del descanso eterno.
Cada espacio de tiempo adquiere sentido profundo cuando se racionaliza su significado, sobre todo por la carga y responsabilidades que se van depositando con su tic-tac, en cada ser humano al compás del reloj. Pero no solo hay tiempo para las personas, sino a para todo lo que se tiene, nos rodea o conoce y está en la totalidad de los seres vivos, de forma evidente y exigente desde luego.
Cada fracción de tiempo ofrece posibilidad de acciones, reacciones, sentimientos y experiencias, que más de un ser humano lo ignora, desperdicia y lo deja pasar con indiferencia sin percibir que recorre su propia existencia. Al parecer seguramente no quiere/puede asimilar y reconocer su validez, que es total y absolutamente irreversible y lo que no hizo oportunamente se pierde y no regresa, ni en las mínimas fracciones del tiempo. El caminar del tiempo es constante, no hace “paradas” para nadie, ni nada; simplemente sigue pasando sin descanso ni pausas, sin embargo, va pesando en cada individuo con la madurez, envejecimiento y muerte. De allí la importancia de valorar y utilizar sabiamente el hoy del irreversible tiempo, a través de cada vida útil y satisfactoria. Respetando desde luego a partir de los pequeñísimos segundos, hasta los numerosos años que, con suerte, se nos vienen encima.
Hay que comprender que, sabiamente utilizado en cada instante, darán paz espiritual, sabiduría vivencial, felicidad, tranquilidad y armonía en cada existencia. Concretando: coexistir, en el tiempo con Reconocimiento y Gratitud por este mínimo espacio de vida conscientemente hecha útil y generosa, con múltiples aprendizajes y satisfacciones en la infinitud del Universo, que silenciosa y oportunamente nos permite vivir.
Es obligación y tarea necesaria que debe aplicar todo ser humano, con la convicción de dar el merecido Valor al Tesoro del Tiempo, es su obligación existencial aprovechar y disfrutarlo con reconocimiento y esfuerzo, en todo momento. Sin olvidar que es una opción presente de acción concreta, que sigue pasando a velocidad constante y que en lo posible debe ser aprovechado por la capacidad humana en todo instante, posiblemente así dejará huella de cada recorrido propio, en la memoria de quienes fueron compañeros de ruta.
Gitana del Viento
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