Contemplar el entorno natural fresco y espontáneo presente en los lugares alejados del asfalto y cemento citadino, proporciona alegría y salud integral a quien se acerca a el, hay una renovación completa para el ser humano que disfruta de su belleza sencilla en sus amplios y multifacéticos dominios. En el verdor del campo además de nutrir los pulmones con un aire realmente vital con polución cero, permite que la sangre se mueva dentro de cada uno ofertando Oxígeno el más rico nutriente del organismo. Su armonioso paisaje enternece el espíritu, amplía la sensibilidad humana y ofrece mensajes de convivencia y organización sabias que rigen la naturaleza impoluta.
Al mirar los detalles grandes y pequeños que se presentan en un sitio natural y dinámicamente en todo campo abierto, frecuentemente me han dado lecciones que son verdaderas normas de vida: personal, comunitaria y ambientalista.
Era pasado el medio día en un atardecer soleado descansaba la familia en el césped, al pie de cuatro altas palmeras; recostada boca abajo yo disfrutaba de su perfume fresco tierno y la tibieza que de ella llegaba a mi cuerpo. Entre los erguidos troncos de las palmeras, mi nieta miraba el caminar en hileras de las pequeñas hormigas negras. De pronto de una de las palmeras con el ruido de un coco que cae, cayó al suelo un pichón de tórtola quedó inmóvil; ella le recogió en sus manos estaba inerte. Observamos juntas a la avecita, encarnación de los sueños humanos de volar en los cielos, estaba caliente pero desmadejada tenía plumas oscuras y su pico de color marrón permanecía cerrado y silencioso, no hizo nada por salir de las manos que le aprisionaban pero abrió los ojos siguió quieta y callada.
Sostener un ser vivo desamparado y tierno, un pajarito con dos pequeños botones negros como ojos su pico firmemente cerrado con plumaje suave de adulto, despertó sentimientos proteccionistas. Con la sensación de ser útiles para ayudarle a recuperarse, y con la intención de que se mejore de la caída y tal vez se decida a volar, hizo que tratemos de abrigarle. Su cuerpo estaba íntegro sus alas completas y además su buche lleno indicaba claramente que era alimentado (sus padres o él mismo). No tenía hambre pero estaba: golpeado, solo y lejos de los suyos tal vez sentía frío y por ello dimos nuestro aliento en el cálido hueco de las manos unidas tratando de abrigarle, él indiferente y quieto.
Sentimos su indefensión y captamos un peligro: el gato lo miraba con ojos golosos y con su cuerpo agazapado; el perro también se relamía sus barbas. Al parecer los dos esperaban determinar ¿Dónde quedará este bocadito?....
Preparamos un nido de tiras de papel periódico dentro de un cajón de malla de alambre con tapa, le colocamos en una esquina de la cocina para evitar que se acerquen el perro o el gato. El tiempo pasó y llegó la noche, para evitar el frío se cubrió el cajón con una toalla, además un poco de maíz molido con un recipiente bajito agua para que se alimente. Pero no se movía ni hacia ruido alguno.
En un espacio de Naturaleza no violentada por los humanos, es normal contemplar los colores más bellos y brillantes en hierbas, hojas, flores, árboles; inhalar el olor a tierra mojada o a hierba recién podada; también escuchar trinos, gorjeos y cantos de los animales cercanos. No es inadvertido el agitar rítmico de las alas de las aves que vuelan entre los árboles o el temblor romántico de una flor por el amoroso beso de un picaflor.
En cierta ocasión asomó un pequeño mirlito solitario caminado por el suelo, no podía volar; en las ramas de un árbol escuchamos una gran algarabía de dos mirlos grandes que volaban haciendo alboroto tal vez comunicándose con su crío, nos retiramos del sitio para ver lo que ocurría. El lenguaje entre ellos era sonoro, enérgico y amenazante, las instrucciones de los padres fueron precisas y el mirlito se arrinconó debajo de unas plantas esperando y piando suavemente. Fue recogido por sus padres, no vimos cómo lo hicieron. Final feliz y lógico hubo un tranquilo silencio y el pequeñín ya no estaba.
Esta experiencia creímos se repetiría con la tortolita, mirando a la vegetación cercana no localizamos ave alguna y tampoco pasó nada; en esta ocasión reinó el silencio a pesar del percance de la tierna avecilla, ni ella ni nadie daba muestras de interés por recuperarla. Se esperó en vano, decidimos protegerle del gato y del perro.
En las noches despejadas se contemplan muchísimas estrellas, susurraba el viento frío y constante peinando ramas y hojas de los árboles. Antes de dormir una mirada a la alada huésped en el nido de papel: inmóvil y en silencio. En la mañana mi nieta corrió a ver a su “improvisada mascota” estaba viva y se movió un poquito al destapar el cajón, le tomó en las manos, sorpresivamente voló dentro de la cocina y se ocultó debajo de la refrigeradora.
Para aislarle de gato y perro se cerró puertas, ventanas y tratamos de rescatarle de su auto encierro y se logró. Conscientes de que sí podía volar y encontraría su ruta la sacamos al campo abierto cerca de donde cayó. Vimos esperanzados dos tórtolas adultas en un árbol cercano, supusimos lo mejor y felices nos retiramos para que en su comunicación inaudible se junte la familia completa.
Estábamos contentos y confiados. No se oyó ruido alguno y pasaba el día mientras el sol brillaba. En la tarde descubrimos un cuadro macabro: a unos metros de las palmeras estaba la accidentada tortolita muerta, pero no cercenada. Su cabecita había sido picoteada hasta dejarla sin plumas y el resto del cuerpo también picoteado, tenía en el cuello un corte sangrante, sorprendida y triste recogí despojos de ella; era una muerte injusta claramente inferida por sus semejantes, tal vez por sus padres.
La interrogante flotaba en el ambiente, qué pasó?....pausadamente la Naturaleza respondió a la inquietud: “Cada ser viviente tiene un sitio y un desempeño inherente a cada uno con un papel propio en la armonía natural, sin intermediarios ni mediadores, es una ley que se cumple implacable en cada bandada o agrupación silvestre, por la cual el proceso de vida se desarrolla dentro de la pureza de cada existencia, se exige la total no contaminación para continuarla”.
La luz del entendimiento alumbró el pesar que sentimos: nosotras sin saberlo, contaminamos a la pequeña avecita al cogerla, tal vez fue el olor de nuestras manos, quizá el periódico en el que la hicimos dormir…. Al parecer sus padres o congéneres no la reconocieron, era una intrusa. Cuánto daño se hace al interferir con la marcha secuencial y organizada de la Naturaleza. Sólo quisimos ayudar…pero la condenamos.
El entorno natural, tiene un desenvolvimiento armónico y sabio en el proceso de vida, desarrollo y muerte; con objetivos de permanencia y evolución e interrumpimos sus secuencias, destruimos normas afectamos nuestro nicho ecológico, no se ha valorado lo apropiado de esta disposición y orden. Nos conmovemos ante un animal silvestre enfermo y tratamos de sanarle con remedios humanos, se aplica curaciones a las plantas pensando en los beneficios con abonos químicos al suelo; todos tienen una ley propia que debe cumplirse para mantener el equilibrio natural; La ley es dura pero es ley. Dura lex, sed lex y así la Naturaleza pervive sola.
Gitana del Viento
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