Los sentimientos y afectos humanos son profundos, variables, callados, evidentes; con demostraciones visibles o silenciosas que se transmiten dentro del entorno humano que se vive. Se disfrutan y aceptan al sentirlos: corresponder, agradecer o sencillamente recibir e intercambiar sinceramente. Valorando interiormente el cálido mensaje emocional por la estimulante interrelación entre personas.
Existe una bella proyección del palpitar humano hacia animales queridos o plantas preferidas. Esta sensación de cariño o comprensión entre personas y naturaleza es una bella lección luminosa de vida que amplía sensibilidades y emociones de acercamiento, entendimiento e identificación entre todos los seres vivos que poblamos el planeta. Una experiencia de la unidad vivencial sin distinción alguna ocurrió hace poco tiempo entre una bella y frágil niña y un hermoso caballo llamado Califa en el que aprendió a montar. Desde el primer momento hubo entrega y comprensión entre estos dos amigos. El, un hermoso animal grande de color oro quemado ojos expresivos y atentos.
El contacto inicial en la primera lección estableció entre la niña y el animal, una relación de amistad y paciencia mutua de adaptación que en el transcurso del tiempo fue tornándose hermandad de afecto, paciencia y entendimiento. El contemplar a estos dos seres vivos en armonía de movimiento, recorrer la calidez de los verdes caminos y llanuras inauguró la unidad familiar y artística de los dos seres dinámicos, activos, alegres e integrados en un solo cuadro artístico de interrelación de vida. Era el nacimiento de convivencia amorosa e ideal, dos existencias al unísono con dinámica y alegría disfrutando de la naturaleza.
Con el paso del tiempo el verlos juntos a paso lento o trote, era una pintura de arte emocional y unidad vital en acción. Ocurrió que otra persona se aficionó del bello animal y decidió comprarlo para sus hijos, indicando que necesitaba ese apoyo de acercamiento, para comprender y disfrutar de la unión familiar con paciencia y cariño. Se hizo la transacción.
Establecido el día de la separación: la niña muy triste y callada se acercó a Califa, le acarició con dulzura y unió su cabeza con la gran cabeza del noble animal, el parecía tener un serio y expresivo brillo de afecto en su mirada y ella la tristeza en todo su ser nublado por sus lágrimas. No pudo retenerlo por mucho tiempo porque llegó el nuevo dueño y con paciencia, esperó que se despidan y se lo llevo agradecido.
Tanto la niña como el caballo unieron sus corazones: ella con la tristeza del vacío que se abría en su interior por su partida y él transmitiendo con sus grandes ojos: afecto, resignación y lejanía. Sin poder expresar sus sentimientos pausadamente Califa bajó la cabeza a la estatura de su amiga y se unieron dos cariños, en un solo espacio que fundía el brillo del pelaje dorado oscuro humedecido con lágrimas de ternura y desolación que brotaban de los ojos de la niña. Un momento emotivo, bello triste e inolvidable. Sí, los sentimientos y emociones están en todo ser vivo, sólo hay que acercarse valorar y comprender para ampliar la gama de bellas lecciones que guarda para todos la Sabia Naturaleza.
Gitana del Viento
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