La sabiduría de la Naturaleza hizo del humano un ser único que nace al mundo con individualidad característica, no está solo en el tránsito de la vida siempre hay compañía familiar, conocidos, amigos, compañeros.
El silencio y vacío con sensación de estar solos, hace a la mente divagar, los sentimientos se tornan grises y el frío de ser “uno” consume interiormente. No se nace para estar presos de la oscuridad y aislamiento, ya que desde siempre nos proyectarnos hacia otros semejantes entre los que se distingue una cálida luz de afecto, cariño de un solo ser que complementa ilusiones y sueños, surge así la pareja que acompaña el recorrido de las rutas de la vida.
Compañeros del vivir esposo o esposa; con su presencia y responsabilidad de vida, brindan sin dudar su contingente de comprensión y compañía para animar y colaborar en un mismo sendero por donde caminar entre los dos.
Singular respaldo que nos ofrece el destino; se integran cual propia sangre en nuestras venas e ideas gemelas en cada mente, persona en quien laten dos corazones al unísono, se deslizan los pensamientos en armonía y se lee los sentimientos en la mirada.
Confiable amigo/a que entrega a pesar de las dificultades y tropiezos propios de cada ritmo de vida, su dedicación y existencia. Está presente en el otro a pesar del paso del tiempo. Rostros queridos que no escapan a la enfermedad, al sufrimiento o a la vejez; que graban como blasones de lucha: canas, arrugas, rostros marchitos; con sentimientos multiplicados con la experiencia de lecciones de vida.
En el crisol de los años, maravillosamente se transmuta el alter ego de pareja y es: compañía, afecto, comprensión y paciencia; que convierte la vida conjunta en un hermoso paréntesis de paz, sabiduría y amor.
Mientras transcurre el tiempo en rutinas de trabajo y familia, la bendición de acompañar a la nueva generación trae a cada padre o madre el mágico toque renovador de la juventud vivida, la dinámica ya ausente, la alegría en su expresión más pura que da importancia y utilidad a la desgastada vida de esposos.
Cuando el bullicio se ha ido, porque la madurez también alcanzó a los hijos de la pareja inicial; en el hogar se agiganta el frío del silencio. Queda junto a la existencia individual, como la tímida luz de un candil perpetuo de la grata y callada compañía de los compañeros de ruta que no se alejan a pesar de la soledad que se inaugura y crece en el nido vacío, porque es parte integral del ámbito de cariño, paciencia y comprensión de la existencia que los unió al inicio.
El transcurrir del tiempo tiene sus enseñanzas múltiples y en diferentes capítulos, pero una sola pervive en la pareja que permanece a nuestro lado; con proyecciones sin fin; el/la compañeros de vida, ese ser humano especial que ya no es otro sino uno mismo repartido en dos cuerpos.
Entonces, el trajinar por los senderos de la existencia tiene el mágico aliciente aún en los escollos y tropiezos, ya que hay dos manos fundidas con otra, respaldando con cariño y comprensión los vacilantes pasos de la vejez
Gitana del Viento
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